martes, 9 de abril de 2013

III.

Consigo apartar la mirada de ella a duras penas. Temía que el alcohol le hubiera dado puntos, pero es incluso más guapa de lo que recordaba. Sus gestos son firmes y precisos, pero despreocupados. Le noto distinta, segura. Se me ha disparado el pulso y soy prácticamente incapaz de mantener en su sitio a las comisuras de mi boca. Está aquí. Es ella. ¿Me habrá visto?

— Tú, me estás asustando. ¿Has dicho Tesa?

Le cuento por encima lo sucedido anoche y río al ver cómo se le descuelga la mandíbula a Rojas cuando llego a la parte de lo del novio. Somos iguales hasta para ésto.

— ¿Que tenía novio? Otra zorra bisexual como tú.
— Rojas...
— ¿Qué? No me digas que te mola. ¡Te mola! ¡Doña coraza se ha pillado por una zorra desconocida!
— Baja la voz, idiota.
— ¿Y qué piensas hacer? ¿Tienes su número de móvil? — Niego imperceptiblemente y Rojas vuelve a reír.

Echo un vistazo al grupo de amigas de Tesa y no le veo por ningún lado. ¿Se habrá ido?

— Se ha ido al servicio, tortolita. No hay huevos a ir.
— No es justo que uses esa frase.
— No hay huevos.
— Te odio. Que lo sepas. — No puedo reprimir una sonrisa.

Me levanto y cruzo el piso con una decisión que intimida, pero nada más llegar a la puerta de los servicios, comienzan a temblarme las piernas. Doy media vuelta y otra más. Venga, Deu, ¿qué puede pasar? Coloco la palma de la mano abierta en la puerta y, justo cuando voy a empujarla, se abre de par en par.

— Deu. — Parece sorprendida, pero algo me dice que no es así.
— Tesa, ¿verdad? — Como si no lo supiera.
— Te estaba esperando. — Y un escalofrío me recorre el cuerpo, pero entonces empieza a reír — Eres más predecible de lo que me han dicho mis amigas.
— ¿Tus amigas? — Creo que algo va realmente mal, como le hayan hablado de mí... La fama que me precede no es buena que digamos.
— ¿Te apetece ir a tomar algo? — Y se abre una falla entre nosotras, el vértigo me ahoga.
— Pero, ¿y tu novio?
— Exnovio. — Debo parecer gilipollas, todo el día con la boca abierta. ¿Le ha dejado?
— Bueno, vale. ¿Cuándo te viene bien?
— Ahora. — Parece que le gusta llevar el control, creo que vamos a tener problemas en este aspecto. Para el carro, Deu. ¿Vamos? Se me está yendo de las manos. Por cierto, no sé dónde meterlas ni qué hacer con ellas.
— ¿Ahora?
— Por favor —, dice exasperada mientras pone los ojos en blanco.

Me agarra de la camiseta y me arrastra al interior de los servicios. Hay tres cubículos, todos ellos vacíos. Agradezco interiormente al dueño del Colors su pulcritud con la limpieza del local. Dentro del servicio, la música se oye amortiguada y oigo con claridad cómo se empiezan a acelerar nuestras respiraciones. ¿Qué hago? No quiero que Tesa forme parte de ese grupo de personas que pasan por mis manos y que luego, si las he visto, no me acuerdo. Hacía mucho que nadie me alteraba de esta manera, y menos aún una mujer. ¿Será porque no sé nada de ella? Un momento, ¿sus amigas le han hablado de mí?

— Para.

Le agarro la mano que ya había enredado en mi pelo. Me empuja contra la puerta de salida dando a entender que no piensa hacerlo y me besa con fruición. Le aparto como puedo, empiezo a asustarme; demasiadas piezas que no encajan.

— Para, lo digo totalmente en serio.

Y para, y no sé si empezar ya a arrepentirme por lo que voy a hacer.

sábado, 6 de abril de 2013

II.

Enfilo la calle Arenal con prisa. Aprovecho que en este tramo apenas hay gente para cerrar los ojos y dejarme llevar por el longboard en el que estoy subida. Me duele la cabeza de la resaca de anoche. Debería haberme tomado un Ibuprofeno antes de haber salido de casa de Ricky. Hubiera cancelado la quedada si no fuera por la chica con la que estuve. ¿Cómo se llamaba? Creo que Tesa. ¿Vendrá de Teresa? Joder, no sale de mi cabeza. He soñado con ella y todo. Yo, que casi nunca recuerdo lo que sueño.

Ricky es mi mejor amigo; nuestras madres son mejores amigas de toda la vida, así que era de esperar. Sonrío al recordar su cara de asombro y el enorme abrazo que me dio anoche cuando me encontró en el local. Yo estaba todavía en las nubes tras la marcha de Tesa y me costó reconocerle. Al principio me asusté, pero su olor es inconfundible. Todavía usa una colonia de esas que ya están descatalogadas. Se compró por lo menos quince frascos cuando se enteró de que iban a sacarla del mercado.

Con la tontería, había perdido a mis amigas y no tenía ningún modo de contactarles porque mi iPhone se había quedado sin batería. Total, que me convenció para quedarme con él y sus colegas hasta el cierre, en lugar de llamar a un taxi. Luego recuerdo haber cargado el móvil en su casa, contestar a un par de conversaciones que tenía abiertas del WhatsApp... Y ya lo siguiente que recuerdo es el ensordecedor ruido de la alarma con el recordatorio de la quedada: Colors. Rojas. 17:00.

Abro los ojos al escuchar un grito ahogado y esquivo a una señora de unos sesenta años y a su viejo yorkshire. Remo con fuerza tres veces, ya casi he llegado. ¿Cuándo me puse yo esa alarma? Creo que me la puso ella cuando quedamos hace tres días, pero no estoy segura. Paso la Joy Eslava a toda velocidad y la reduzco justo antes de llegar al cruce con San Martín, los taxistas que circulan esa calle cruzan prácticamente sin mirar a pesar de que la Arenal es peatonal.

Al llegar al cruce con Hileras, bajo de la tabla y piso con fuerza el tail para poder cogerla con la mano sin necesidad de agacharme. Iba a buscar a Kiara, una de las relaciones públicas del Colors, con la vista, pero no ha hecho falta porque ella ya me ha encontrado. Está en frente de mí con su deslumbrante sonrisa y los flyers en la mano.

— Acabo de llevar a Rojas, le he dado a ella el flyer. ¿Te acompaño?
— No, gracias. Ya voy yo, rubia.
— Algún día me tenéis que enseñar a montar en eso, ¿eh?— Río con ganas, siempre está con lo mismo.
— El día que pierdas el miedo, ya sabes —, contesto mientras me dirijo al Colors.

El sitio es realmente acogedor. Rojas y yo lo descubrimos accidentalmente hace un par de meses mientras buscábamos una coctelería parecida que al final nunca encontramos porque nos quedamos prendadas del Colors. Son dos plantas y tiene un mobiliario bastante moderno. Lo que más me llama la atención siempre que entro es la cama que hay a mano izquierda donde puedes tumbarte mientras te tomas tu cóctel y fumas cachimba.

— ¡Deu! — Es la voz de Rojas, pero no veo su fogoso pelo por ningún lado.

Le llamamos Rojas por su pelo, no es su apellido. También por su ideología política, pero no viene al caso. ¿Dónde está? Alzo la vista y le encuentro agitando el brazo desinhibidamente con medio cuerpo por fuera de la valla de cristal que rodea el  segundo piso. Tiene la chaqueta negra de Adidas a medio quitar. Le saludo ligeramente con la cabeza y subo las escaleras que hay en el lateral derecho con la agilidad de quien ya lo ha hecho en múltiples ocasiones.

¿Qué tal le habrá ido en el cumpleaños de su madrastra? Anoche no pudo venir y tengo que ponerle al día. A ver, tengo que contarle que Alicia y Gonzalo han roto, lo de Ricky, el numerito con el musculitos de las patillas, lo de Tesa. Sí, lo de Tesa no se me puede olvidar. ¿Habré traído suelto?

Llego al segundo piso y me dirijo al sofá que está ocupando entero Rojas despreocupadamente. Ya tiene la cachimba en la mesa y veo que me ha pedido un Sex on the Beach, mi preferido. Ella, en cambio, tiene su mojito de melón entre las manos. Se levanta cuando me ve para darme un abrazo que casi me tira el long al suelo. Consigo zafarme y dejo la tabla encima de la suya, que ha dejado en el lateral del sofá. Más que sentarme a su lado, me dejo caer. La resaca me está matando así que cierro los ojos unos instantes.

— Eh, despierta, zorra. Cuéntamelo TO-DO —, dice con entusiasmo mientras me empieza a hacer cosquillas.

Abro los ojos y echo un vistazo a la planta para fichar a la gente. Es costumbre desde el día que empezamos a despotricar contra una imbécil a la que odiamos sin percatarnos de que estaba sentada justo detrás nuestra. Esta vez no tengo que preocuparme por mis espaldas, puesto que el sofá que ha elegido Rojas está contra la pared.

Hay un par de chicos que son habituales, igual que nosotras. También hay un grupo de guiris que parecen todos sacados de una revista del Corte Inglés. En frente hay varias chicas del rollo ocupando dos sofás enfrentados.

— ¿Has reconocido a alguien o qué? — Pregunta cuando le agarro con fuerza el antebrazo sin apartar la vista del grupo que bromea a unos diez metros de distancia. Bueno, del grupo no; de ella.
— Tesa —, siseo de forma prácticamente inaudible.

jueves, 4 de abril de 2013

I.

El alcohol que corre por mis venas me embota los sentidos, pero no me impide apreciar los estremecimientos de la chica que tengo encajada entre la columna y mi cuerpo. Reconozco la canción que está sonando y permito que los graves se apoderen de mí mientras bajo contoneándome hasta que mi boca está a la altura de su ombligo. Le miro desafiante mientras me muerdo el labio y vuelvo a subir, lentamente.

Me acerco hacia su boca sin dejar de mirarle a los ojos y desvío la trayectoria de mi lengua en el último instante; el lóbulo de su oreja me parece mejor compañero de baile. Percibo cómo se contrae involuntariamente y me arrimo tanto a ella que puedo notar el desenfrenado latir de su corazón.

Enreda la mano que no tengo cogida en mi cabello y prácticamente me obliga a besarle. Joder, lo que me faltaba; no le bastaba con vestir bien y saber bailar sensualmente sin llegar a parecer una zorra, tiene que tener un maldito piercing en la lengua. Me separo lo justo para poder apreciar el deseo que refleja su boca entreabierta y le lamo el labio superior mientras vuelvo a cerrar los ojos.

Percibo la mirada de la gente en la nuca y me acelero más.

De repente, sin previo aviso, me planta la mano en el pecho y me separa bruscamente de su cuerpo. ¿Qué cable se le ha cruzado en la cabeza? Siempre se me ha dado bien entender el lenguaje corporal. Bueno, entiéndase por "siempre" desde que me dio por interesarme por el tema. Y, entonces, lo veo por cómo evita mi mirada: remordimientos.

— Tienes novia —, afirmo sin disimular el fastidio en mi voz.

En ese preciso instante, se nos acerca un chaval de no más de veinte años y le coloca la mano en el hombro a... Ni siquiera sé su nombre. No me lo pienso dos veces; le aparto con un pequeño empujón y me encaro con él a pesar de ser media cabeza más baja. Por lo general no soy así de sutil, pero necesito soltar adrenalina como sea. No creo que me devuelva la hostia, de todos modos. Eso espero, al menos.

— Eh, piérdete. Pregúntale a tus padres si quieren hacerse el trío y no nos toques los ovarios a nosotras —. Muy bien, complica un poco más las cosas. Tú di que sí, gilipollas.

Por cómo alza la ceja y por la expresión jocosa de su rostro, sé que me he colado. Las patillas que lleva suelen quedar realmente mal, pero a él le sientan de maravilla. La camiseta ajustada de G-Star le marca todos y cada uno de sus músculos. Por primera vez en bastante tiempo, deseo que un tío buenorro sea gay.

— ¿Todo bien, Tesa? — Se dirige a mi amiga.

Cómo me jode que pasen de mi cara de esa manera. Aunque, mirando el lado bueno, pocas posibilidades hubiera tenido si me enfrentara abiertamente al musculitos. Espera, ¿ha dicho Tesa? ¿Se conocen? Vaya, colarme es poco.

— Sí, Mike. No te preocupes —. Parece exasperada.
— Si tú lo dices... Haz rapidito lo que tengas que hacer porque nos vamos ya. Está Hugo esperando con el coche fuera.

Y, dicho ésto, desaparece en un abrir y cerrar de ojos sin dignarse a dirigirme ni siquiera una mirada de asco. Me ha caído bien.

— Verás...— Vuelvo a la realidad.
— Deu, llámame Deu.
— Deu, perdona. Yo... — Dirige la mirada a mis Vans y empieza a jugar con los cordones de la capucha de mi sudadera. Le agarro las manos para que pare y seguidamente se las suelto. Alza la mirada.
— No es molestia alguna, vete si te tienes que ir —. Joder, me gusta.
— Podría quedarme si quisiera, vivo a un par de manzanas de aquí.
— Casi me atraviesas el pecho.

Y me arrepiento nada más decirlo, pero se ríe y su risa me deja fascinada. Hoyuelos. Aún en la penumbra que nos envuelve, puedo distinguir el brillo en sus pupilas dilatadas. Tiene los ojos verdes. ¿Estaré soñando?

— Perdona, no quería ser brusca, pero estaba empezando a perder el control y no puedo permitírmelo —. Ya es la segunda vez que me pide perdón. ¿Será consciente de que lo ha hecho? — Verás, no tengo novia.

Algo no me cuadra, espero que no sea porque le haya visitado Inés hace poco. Me preparo para escuchar su excusa barata, pero no puedo evitar desencajar la mandíbula cuando continúa hablando.

— Lo que tengo es novio.

No he venido aquí a hablar de mí, aunque no lo parezca.

Supongo que debería empezar a relatar, uno detrás de otro, los acontecimientos que me han marcado en la vida y que me han hecho ser como soy pero, la verdad, es que no voy a hacerlo. Mayormente, porque ni aunque os los explicara con pelos y señales llegaríais a entenderme. Y tampoco es que quiera que lo hagáis, todo hay que decirlo.

No hay verdad, no hay mentira. Cualquier coincidencia con la realidad puede ser pura coincidencia, o puede que no lo sea; os dejo a vosotros interpretar mis palabras como más os convenga. No me pidáis explicaciones porque no las voy a dar. Y, antes de osar preguntar algo, aseguraos de ser capaces de encajar la respuesta; sea la que sea.

Realmente, no sé qué espero de toda esta historia, quizá meterme en algún que otro lío y drama por el mero hecho de romper mi rutina y la de la gente que me rodea. No os encariñéis con los personajes porque, lo más seguro, es que me los quite de en medio en cuanto sus reacciones se vuelvan predecibles. Tampoco esperéis que nada de todo ésto llegue a buen puerto porque ni siquiera yo lo hago.

Y, sobre todo, ni se os ocurra daros por aludidos.