Consigo apartar la mirada de ella a duras penas. Temía que el alcohol le hubiera dado puntos, pero es incluso más guapa de lo que recordaba. Sus gestos son firmes y precisos, pero despreocupados. Le noto distinta, segura. Se me ha disparado el pulso y soy prácticamente incapaz de mantener en su sitio a las comisuras de mi boca. Está aquí. Es ella. ¿Me habrá visto?
— Tú, me estás asustando. ¿Has dicho Tesa?
Le cuento por encima lo sucedido anoche y río al ver cómo se le descuelga la mandíbula a Rojas cuando llego a la parte de lo del novio. Somos iguales hasta para ésto.
— ¿Que tenía novio? Otra zorra bisexual como tú.
— Rojas...
— ¿Qué? No me digas que te mola. ¡Te mola! ¡Doña coraza se ha pillado por una zorra desconocida!
— Baja la voz, idiota.
— ¿Y qué piensas hacer? ¿Tienes su número de móvil? — Niego imperceptiblemente y Rojas vuelve a reír.
Echo un vistazo al grupo de amigas de Tesa y no le veo por ningún lado. ¿Se habrá ido?
— Se ha ido al servicio, tortolita. No hay huevos a ir.
— No es justo que uses esa frase.
— No hay huevos.
— Te odio. Que lo sepas. — No puedo reprimir una sonrisa.
Me levanto y cruzo el piso con una decisión que intimida, pero nada más llegar a la puerta de los servicios, comienzan a temblarme las piernas. Doy media vuelta y otra más. Venga, Deu, ¿qué puede pasar? Coloco la palma de la mano abierta en la puerta y, justo cuando voy a empujarla, se abre de par en par.
— Deu. — Parece sorprendida, pero algo me dice que no es así.
— Tesa, ¿verdad? — Como si no lo supiera.
— Te estaba esperando. — Y un escalofrío me recorre el cuerpo, pero entonces empieza a reír — Eres más predecible de lo que me han dicho mis amigas.
— ¿Tus amigas? — Creo que algo va realmente mal, como le hayan hablado de mí... La fama que me precede no es buena que digamos.
— ¿Te apetece ir a tomar algo? — Y se abre una falla entre nosotras, el vértigo me ahoga.
— Pero, ¿y tu novio?
— Exnovio. — Debo parecer gilipollas, todo el día con la boca abierta. ¿Le ha dejado?
— Bueno, vale. ¿Cuándo te viene bien?
— Ahora. — Parece que le gusta llevar el control, creo que vamos a tener problemas en este aspecto. Para el carro, Deu. ¿Vamos? Se me está yendo de las manos. Por cierto, no sé dónde meterlas ni qué hacer con ellas.
— ¿Ahora?
— Por favor —, dice exasperada mientras pone los ojos en blanco.
Me agarra de la camiseta y me arrastra al interior de los servicios. Hay tres cubículos, todos ellos vacíos. Agradezco interiormente al dueño del Colors su pulcritud con la limpieza del local. Dentro del servicio, la música se oye amortiguada y oigo con claridad cómo se empiezan a acelerar nuestras respiraciones. ¿Qué hago? No quiero que Tesa forme parte de ese grupo de personas que pasan por mis manos y que luego, si las he visto, no me acuerdo. Hacía mucho que nadie me alteraba de esta manera, y menos aún una mujer. ¿Será porque no sé nada de ella? Un momento, ¿sus amigas le han hablado de mí?
— Para.
Le agarro la mano que ya había enredado en mi pelo. Me empuja contra la puerta de salida dando a entender que no piensa hacerlo y me besa con fruición. Le aparto como puedo, empiezo a asustarme; demasiadas piezas que no encajan.
— Para, lo digo totalmente en serio.
Y para, y no sé si empezar ya a arrepentirme por lo que voy a hacer.
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